Del cerdo se aprovecha hasta los andares. Y del elefante, hasta los huesos. Eso entendieron los neandertales que, hace unos 80.000 años, durante el Paleolítico, poblaron la ribera del Manzanares. Así se desprende del análisis de una serie de restos hallados en el yacimiento de Preresa por expertos pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid, al Instituto de la Evolución en África (IDEA) y al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh).
«Se habían hallado evidencias en Italia o Alemania de huesos de elefantes que habían sido fracturados para fabricar armas. Pero nunca se había visto que se sirvieran del tuétano de los huesos del animal para alimentarse», explica a LA RAZÓN José Yravedra, investigador de la Complutense y autor principal del estudio, publicado en la revista «Journal of Archaeological Science». Así, y sin querer trazar paralelismos con recientes polémicas, lo que no tienen claro los expertos es si los homínidos cazaban a estos poderosos paquidermos o, simplemente, se aprovechaban de ellos al hallarlos ya muertos.
Yravedra recuerda que Madrid, en general, y el yacimiento de Preresa –cerca de Perales del Río– en particular, siempre han sido «un referente en lo que a restos prehistóricos de elefantes se refiere» –los expertos también han estado trabajando en el yacimiento de Áridos, cercano al río Jarama–. Así, cuando hallaron en la zona 82 huesos, «pensábamos que se trataba de unos restos más». Sin embargo, encontraron marcas de cortes sólo visibles cuando se descarna al animal. La novedad, explica el científico, «es que hemos hallado en los huesos impactos de un canto o una piedra con la intención de romper los huesos, con el objetivo de aprovechar el tuétano».
No en vano, la médula ósea de los elefantes «se caracteriza por tener muchos nutrientes y lípidos. Desde el punto de vista energético, es un alimento muy rico». Por supuesto, el animal les podía proporcionar enormes cantidades de carne, que era la piedra angular de su dieta, por encima de los carbohidratos. Sin embargo, el túetano tenía una ventaja: se conserva durante mucho más tiempo.
Lo que no tienen claro los científicos es de qué tipo de elefante se trataba. Se barajan dos opciones: el mammuthus –o mamut– o el palaeloxodon. «Ambos podían medir unos cuatro metros de altura», señala Yravedra.
Extracto del artículo originalmente publicado en La Razón
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